ConoSer Bien
“La mente es como un paracaídas… Solo funciona si la tenemos abierta”.
Albert Einstein
Albert Einstein, físico alemán de origen judío, nacionalizado posteriormente suizo, austriaco y estadounidense, es considerado el genio más grande y el científico más importante del siglo XX. Sus contribuciones a la ciencia han permitido que se haya avanzado considerablemente en diferentes áreas de la física cambiando la visión que se tenía de ella en esa época.
El genio nació el 14 de marzo de 1879, en la ciudad de Ulm, en el sur de Alemania. Su imagen se asocia a la Teoría de la Relatividad principalmente con la fórmula: E=mc², que publicó en 1905 mientras trabajaba en la Oficina de Patentes de Berna (Suiza) y que muchos llaman la fórmula más famosa del mundo ya que personas que no tienen idea de la equivalencia de masa-energía se saben esta fórmula.
Einstein se mudó a los Estados Unidos el 17 de octubre de 1933, en el momento en que el régimen nazi puso una recompensa de 5,000 dólares a su cabeza. Incluso apareció en una revista alemana¹ que incluía una lista de enemigos del estado junto con la frase “Aún no ha sido ahorcado”.
El 31 de diciembre de 1999 la prestigiosa revista Time, de una lista en la que reunía a las cien personas más importantes del siglo XX, nominó a Albert Einstein la “Persona del siglo”. Franklin D. Roosevelt y Mahatma Gandhi fueron escogidos como los otros destacados.
Entre las curiosidades de Einstein se comenta que: De pequeño tenía dificultades para hablar, le costaba construir frases enteras, con 9 años comenzó a hablar normalmente; Una brújula despertó su interés por la ciencia cuando a los 5 años de edad su padre se la regaló y el pequeño quedó fascinado porque la aguja siempre apuntase al mismo lugar, lo que le hizo entender que había fuerzas que impulsaban a las cosas donde aparentemente no había nada; No aprobó su examen de ingreso en la universidad; Vestía sólo trajes grises; Se negaba a conducir y en una ocasión su chofer lo reemplazó en una charla; Instó a los EE.UU. a que construyeran una bomba atómica; Era un violinista talentoso; Pudo ser el segundo presidente de Israel, pero él rechazó el ofrecimiento; Odiaba usar calcetines porque pensaba que sin importar lo que pase siempre se haría un agujero en el dedo gordo del pie.
En la actualidad, un coeficiente intelectual (IQ) dentro de los márgenes de 85 y 115 se toma como una persona de inteligencia normal. A partir del IQ 130 las personas son consideradas superdotadas, y si supera los IQ 155, se les llama personas de inteligencia superior. Saber con exactitud cuál es el coeficiente intelectual de Albert Einstein es difícil, sin embargo, sabemos que Einstein era un genio, capaz de descifrar los misterios del Universo. Gracias a sus inmensos aportes y teorías que han sido trascendentes para la vida humana, muchos teóricos y científicos de renombre fijan el IQ de Einstein entre 170-190, pero la verdad es que nunca sabremos a ciencia cierta la respuesta a esta interrogante.
Es por ello, que el cerebro del genio se convierte en un gran enigma y un preciado objeto de estudio para los científicos de la época, lo que hizo que ocurriera lo siguiente: El 18 de abril de 1955, cuando Einstein fallece, el patólogo de guardia, Thomas Harvey, encargado de realizar la autopsia al cadáver del científico, separa su cerebro del resto del cuerpo con el objetivo de llevar a cabo una serie de investigaciones para descubrir la clave de su genialidad, por lo cual roba el cerebro y lo devuelve 43 años después. Convirtiéndose en el ladrón del cerebro más privilegiado de la historia.
En menos de un día, el cadáver de Einstein fue incinerado en una ceremonia privada. Las cenizas del científico fueron arrojadas en las aguas del río Delaware, cumpliendo su expreso deseo: “Quiero que me incineren para que la gente no vaya a adorar mis huesos”.
Lo que no sabían los familiares y amigos de Einstein es que no todo el cuerpo del científico había sido incinerado. Thomas Harvey alegaría que la extracción del cerebro del genio no había sido un “robo”, sino un acto “en nombre de la ciencia”, ya que serviría para poder estudiar uno de los cerebros más singulares y extraordinarios de la historia de la humanidad.
Cuando empezó a rumorearse que el cerebro de Einstein había sido extraído ocultamente y que Harvey no tenía el consentimiento de la familia para hacerlo, el médico se las ingenió para convencer al hijo mayor de Einstein, Hans Albert, para que le dejara conservar el cerebro de su padre, y se comprometió a utilizarlo sólo para fines científicos.
Al enterarse el Hospital de Princeton de que el patólogo se había quedado con un órgano humano de forma irregular, lo despidió, pero Harvey, que había sido contratado por la Universidad de Pennsylvania, se llevó consigo el cerebro y lo diseccionó en 240 trozos que conservó en celoidina, una forma dura y elástica de celulosa. Posteriormente creó doce juegos de 200 diapositivas que contenían muestras del tejido cerebral del genio y se las envió a algunos investigadores. Luego dividió las piezas en dos recipientes con alcohol y se las llevó a su casa para esconderlas en el sótano.
El ejército estadounidense se puso en contacto con Harvey para hacerse con el cerebro porque al gobierno le preocupaba que la codiciada pieza terminara en manos de los soviéticos, aunque Harvey desatendió la oferta². La neuróloga Marian Diamond, investigadora de la Universidad de Berkeley, se puso en contacto con Harvey para pedirle un fragmento del aquel cerebro. Diamond analizó la muestra y en 1985 publicó un estudio en el que sostenía que el cerebro de Einstein tenía más células gliales (cuya función principal es dar soporte a las neuronas) por neurona que una persona normal.
El patólogo murió en 2007 y finalmente, los fragmentos que Harvey aún conservaba del cerebro fueron a parar a sus herederos, que tres años después los donaron al Museo Nacional de Salud y Medicina del Ejército de Estados Unidos.
Fue hasta el año 2013, que un estudio neurológico del cerebro de Einstein indicó que debido a unas conexiones nerviosas del núcleo central que enlaza un hemisferio cerebral con el otro, este complejo órgano estaba mejor conectado de lo normal, lo que pudo contribuir a su brillantez.
Juzgue usted, amable lector.
Jorge A. Rodríguez y Morgado, titular de la columna y el programa ConoSER bien. Twitter: @jarymorgado, correo electrónico: jarymorgado@yahoo.com.mx. Colaborador destacado de: Sabersinfin.com