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Chavorrucos en la política

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– La Historia Jamás Contada –

Como a todos quienes desde adolescentes hemos participado en política, no deja de sorprenderme el candor con que tanta gente mayor ha abrazado la causa morenista -sea ésta lo que fuere-, pero no como votantes o incluso partidarios, que sería lo más natural en un ambiente saturado de mensajes competitivos, como sucede con algunos encuentros deportivos y presentaciones que, gracias a la propaganda,  llegan a despertar pasiones aún en sectores habitualmente apáticos, sino que a diferencia de éstos, que pese a lo aparatoso resultan efímeros y hasta catárticos al permitir el desahogo de la tensión (stress) acumulada, contribuyendo así  al equilibrio emocional, aquélla parece navegar en otras aguas,  de suyo turbulentas.

Hablo del carácter generacional que manifiesta -de claros tintes vindicativos, además- y no sólo por la edad biológica de sus apoyadores y promotores sino por el momento histórico-cultural específico que adopta como punto de referencia, al grado de resultarnos patético a sus contemporáneos que no nos quedamos “clavados en esa onda” -como se decía entonces-  o tal vez nunca la adoptamos, lo que no significa que hayamos renunciado a la crítica o aún la rebelión contra un sistema que muchos percibíamos como opresivo, por decir lo menos.

Un momento histórico acaecido hace… ¡50 años!, que en ellos quedó plasmado o, mejor dicho, codificado en estereotipos y consignas -ideas fijas, al fin- que no parecen haber sido jamás examinadas (auto)críticamente, como si sus portadores hubieran abandonado el Mundo y su devenir para regresar justo ahora dispuestos a retomar su vida social donde la dejaron entonces., ajenos a todo lo acontecido entretanto.  (Actitud que ya en los años 80 me llevó a tildar de “sacerdotes de la revolución” a quienes sostenían una posición semejante, por el marcado sello fanático-religioso que imprimían a sus intervenciones públicas, más propias de un predicador airado que de un crítico radical del statu quo.)

Hace unos meses, sin embargo, caí en la cuenta de una significativa similitud entre esta actitud y la característica del tipo social del CHAVORRUCO (por definición de Perogrullo, “ruco que se siente chavo”), persona inocultablemente -hasta para ella misma- mayor que se empeña en involucrarse tardíamente en actividades que por una u otra razón de privó de realizar en su juventud, falta que ahora pretende subsanar actuando de una manera digamos exagerada, para compensar lo que no hizo en el momento oportuno. ¿Cuántos de los jubilados ahora reciclados -¿o debo decir “renacidos”?- como furibundos polemistas participaron realmente en política cuando tuvieron oportunidad de hacerlo?

Tengo la impresión de que muchos de ellos no sólo no participaron sino que se pusieron abiertamente del lado del Poder criticando o incluso atacando a los quienes se le oponían, a juzgar por esa misma actitud que asumen también ahora en los hechos, lo que no es de extrañar, pues carecen de la experiencia y criterio acendrados que deja una práctica política real al cabo de décadas de ejercicio, como cualquier otra habilidad física, emocional o intelectual. Esto nos deja con una multitud de “jóvenes” chavorrucos exaltados a merced de cualquiera que sepa identificar su condición existencial y la use en provecho propio, incluso o especialmente para fines inconfesables.

También es un tema recurrente en la picaresca de todos los tiempos que el guía-embaucador haga tragar -literal o figuradamente- a su devoto seguidor las cosas más inverosímiles sólo para divertirse con su confusión, fruto de la ignorancia. Escálenlo a nivel de masas y eso es precisamente la PROPAGANDA, que afecta tanto más profunda y duraderamente al receptor cuanto menos sabe o comprende éste, que se limita a dar pasivamente por ciertas cuantas afirmaciones, negaciones, sinsentidos, contradicciones e inconsistencias en general contenga lo que toma por Palabra Revelada por haberla pronunciado su Maestro, de quien se ha vuelto irremediablemente dependiente. (Resulta más que evidente la tendencia de estos -literalmente- sujetos a repetir verbatim lo que escuchan de su Guía, convirtiéndose sin saberlo en sus subdemagogos delegados entre sus pares en la familia, el trabajo, el entretenimiento, etc.)

¿Puede llamarse a esto PARTICIPAR POLÍTICAMENTE, aunque sea a destiempo?

Ustedes tendrán su propia opinión.

Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.